sábado, 30 de noviembre de 2013

"Drácula y los Crímenes de Jack el Destripador" de Miguel Ángel Naharro

      Tras La Maldición de la Diosa Araña, publicada por Dlorean Ediciones a finales de 2012, nos llega ahora la segunda novela de Miguel Ángel Naharro, editor en jefe de la página de fan-fiction Action Tales y autor de varios relatos incluidos en diferentes antologías que han ido apareciendo durante los últimos dos años. Drácula y los Crímenes de Jack el Destripador es a su vez el segundo título publicado por la editorial Tyrannosaurus Books bajo el sello "Monsters Unleashed", que junto a Drácula vs. La Momia: Batalla por Chicago, ha servido de carta de presentación para esta nueva línea que reivindica a los monstruos más clásicos del cine y la literatura con nuevas historias que los sitúan en entornos poco habituales.


      Pues bien, en esta novela Miguel Ángel nos ofrece exactamente lo que promete: una trepidante historia de acción plagada de vampiros, con sus moderadas dosis de gore y erotismo para aderezar el conjunto, en la que el autor apenas nos da un respiro durante sus muy bien ajustadas doscientas treinta y tantas páginas. Una historia argumentalmente sencilla pero muy bien estructurada, cuyo ritmo no decae en ningún momento mientras mueve a sus personajes con soltura hasta alcanzar el ansiado clímax final.

      ¿Puntos fuertes de la novela? Se lee en un suspiro, engancha y resulta tremendamente entretenida. Los personajes se ajustan como un guante a los papeles que les toca representar, y aunque su desarrollo no excede los límites que impone una historia en la que la acción es la auténtica protagonista, están perfectamente trazados y actúan con total coherencia. Por otra parte, la manera en que se introduce a Jack el Destripador me ha parecido realmente brillante, consiguiendo Miguel Ángel que su reunión con Drácula en una misma historia resulte tan creíble como lógica; y es que nadie podrá negar que el enfrentamiento entre ambos esté más que justificado cuando llega el momento de cruzar sus caminos.

      ¿Más cosas que me han gustado? El hecho de que el autor englobe esta novela en su universo particular al introducir en ella ciertos elementos que la conectan con otras historias anteriores, aunque de forma tan bien planteada que si el lector no los identifica por no haber leído previamente esas historias, no va a echar en falta nada; quede claro que la novela constituye una lectura completamente autónoma.

      ¿Y el estilo de escritura? Sencillo y muy directo; sin florituras o estructuras gramaticales enrevesadas que puedan ralentizar el ritmo de la novela. Miguel Ángel tiene muy claro el tipo de historia que está contando y sin duda emplea el estilo más adecuado para ello: la lectura resulta ágil, permitiendo así seguir esta aventura con la misma rapidez con la que se suceden los acontecimientos. Sin embargo, y aquí introduzco mi primer comentario negativo, precisamente por buscar esta agilidad en la lectura, el autor incurre en un hábito poco correcto, en mi opinión: el exceso de puntos y aparte, o lo que es lo mismo, la subdivisión del texto en numerosos párrafos, muchos de ellos constando de una única oración. Porque vale que los párrafos excesivamente largos puedan transmitir la sensación de densidad informativa y afecten a esa agilidad que se pretende conseguir, pero aún así, creo que hay unos límites (y reglas) que deberían respetarse a la hora de construirlos, y como ya digo, pienso que Miguel Ángel abusa de la subdivisión en párrafos muy cortos.

      Y bueno, ya que menciono aspectos negativos que he encontrado en esta novela, comentar que aunque la introducción de elementos steampunk en la misma resulta curiosa y llama la atención (positivamente), una vez concluida su lectura me ha quedado la sensación de que realmente no aportan nada a la historia, y aunque desde luego no molestan (pues no ofrecen más que algunos detalles, digamos de ambientación) su falta de repercusión en el desarrollo argumental llevan a concluir que si no estuvieran ahí todo ocurriría básicamente de la misma manera, y ya que estamos "mezclando" dos mundos independientes, como son el de Drácula y el de Jack el Destripador... ¿por qué añadir otro elemento ajeno a esta mezcla que tampoco resulta clave?

      Por lo demás, una entretenidísima novela de vampiros ubicada a finales del siglo XIX, repleta de acción y terror, que además funciona perfectamente como continuación (alternativa) del clásico de Bram Stoker, con Drácula como definitiva personificación del mal.

      Finalmente, no quiero terminar esta reseña sin señalar que la portada de Daniel Expósito Zafra me ha parecido excelente, así como el diseño de los títulos pertenecientes al sello "Monsters Unleashed". No cabe duda que el aspecto de este libro consigue vendértelo antes de que la historia de Miguel Ángel Naharro te confirme que has hecho una buena compra.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Star Trek Voyager: Fisuras (Action Tales)

      La mayor parte de las historias que he escrito para Action Tales pueden enmarcarse dentro de la ciencia ficción, un género que siempre me ha gustado y con el que me siento muy cómodo a la hora de ponerme a teclear delante de un ordenador. Ejemplos de este tipo de historias en la página (escritas por mí, quiero decir) podría poner muchos, pero hoy vengo a presentar la que considero más "pura" al no recurrir a toques de aventura o acción para "aligerar" el conjunto, como he hecho en otros tantos casos. 

      Star Trek Voyager es una de las aportaciones más importantes de Miguel Ángel Naharro (Doc Banner) a la página de Action Tales; una serie para la que ha escrito un total de 27 números más dos anuales, estructurados en forma de temporadas que vendrían a continuar la serie de televisión allí donde se quedó. Y bueno, a pesar de no haber visto un solo capítulo de ST Voyager en mi vida, debo decir que me enganché rápidamente a las historias de Doc hasta el punto de que después de seguir las aventuras de la USS Voyager durante todos estos años, conozco a sus tripulantes como si no me hubiera perdido ninguna de sus temporadas televisivas.

      No es de extrañar por tanto que cuando Miguel Ángel me ofreció hace ya un tiempo la oportunidad de participar con algún relato corto en el que sería un muy especial #25 de la serie (número redondo, y además conclusión de una de sus sagas más ambiciosas: Las Guerras Borg), aceptara sin rechistar, y fue así como Fisuras apareció publicado como complemento de ese número, en el que sería mi único contacto hasta la fecha con el universo Star Trek.

      Fisuras es posiblemente mi relato menos complaciente con el lector, donde reconozco que mi objetivo principal fue darme el gusto de escribir una historia de ciencia ficción pura y sin concesiones, pero aún así siempre he confiado en que los amantes de este tipo de relatos también disfrutaran con él.

      La historia comienza tal que así:

    Reginald Barclay trató de reducir el ritmo acelerado de su respiración mientras caía lentamente hacia la superficie del pequeño planeta sin atmósfera. La distancia que separaba a la Delta Flyer II del suelo apenas superaba los doscientos metros, pero al ingeniero de diagnóstico de sistemas de la USS Voyager le resultaba muy difícil hacerse una idea de su avance, sumido como estaba en la oscuridad más absoluta.

      El planeta, poco mayor que la luna terrestre, orbitaba alrededor de una enana marrón, cuya luz tan débil como difusa era incapaz de proporcionar la visiblidad con que suele contar cualquier sistema planetario estándar. A medio camino entre una pequeña estrella y un gigante gaseoso de características similares a Júpiter, la enana marrón se mostraba como una modesta esfera iridiscente, apenas distinguible en el negro firmamento estelar.

      Mientras seguía cayendo en una gravedad cercana a cero, Reginald trató de localizar el lugar hacia el que se dirigía: un pequeño complejo científico situado al pie de una montaña de varios kilómetros de altura, que en circunstancias normales hubiera destacado en la penumbra planetaria, debido a las numerosas hileras de luces rojas y blancas que delimitaban su estructura semiesférica. Sin embargo, los focos de luz, al igual que los restantes dispositivos electrónicos con los que contaban aquellas instalaciones, habían interrumpido su actividad de forma simultánea tras el accidente.

     Reginald Barclay tocó suelo sin llegar a ver su destino en ningún momento. Por un instante miró hacia arriba, buscando alguna señal de la Delta Flyer II, pero la distancia que le separaba de la nave que le había traído hasta allí era demasiado grande como para que pudiera apreciar los débiles puntos de luz que marcaban su posición.

         -¿S-sigues ahí, T-Tom? –preguntó al transmisor incorporado en su traje.
       -Aquí sigo, Reggy –contestó el otro desde la Delta Flyer II. –¿Has llegado ya a la superficie?-.
        -S-sí, a-acabo de hacerlo. A-aún no veo n-nada, pero seguiré las indicaciones del dS-metro para guiarme-.
       -Ya sabes que el Invernadero 8 no debe estar a más de cinco minutos de donde te encuentras, Reginald-.
          -L-lo sé, Tom-.
           -Suerte compañero. A partir de ahora te quedas solo –concluyó Tom Paris.

         ¿Por qué ha tenido que decir eso?, pensó Reginald tragando saliva con dificultad.

      Reginald Barclay se detuvo entonces a observar la pequeña circunferencia de color verde que había aparecido en la parte interna de su visor nada más pisar el suelo del planeta: una delgada línea azul la cruzaba de parte a parte, variando su ángulo en función de la dirección hacia la que él girase la cabeza. Era el dS-metro, o contador de entropía, y en aquel momento era el único sistema que podía guiarle hasta el complejo científico que debía localizar.

Continúa en Star Trek Voyager #25

martes, 19 de noviembre de 2013

Pantheon (Lone Star)


     Si hay un cómic por el que se conoce a Bill Willingham, ése es sin duda Fábulas, la serie de Vertigo  que inició su andadura en 2002 y que con el paso del tiempo ha terminado convirtiéndose en toda una franquicia con series, miniseries, novelas gráficas e incluso libros asociados. Sin embargo, este autor no había salido de la nada en aquel entonces, y antes de triunfar con su personal interpretación de los cuentos populares ya había demostrado sus dotes como artista, tanto en su faceta de guionista como de dibujante, en diferentes cómics desde la década de los ochenta. Precisamente, hoy vengo a reseñar uno de esos cómics, no demasiado conocido y aún inédito en este país: Pantheon.

      Pantheon es una maxiserie de 13 números publicada por la editorial Lone Star Press entre 1998 y 2004 de forma un tanto irregular, con guiones de Bill Willingham y dibujos de Mike Leeke y Paul Ryan, principalmente. Una recreación de los más genuinos universos superheroicos, en la que abundan todo tipo de personajes disfrazados; algunos de ellos casi un calco de otros ya existentes (como Batman o el Capitán América), y otros más originales, destacando sobre todo varios de los villanos, con poderes realmente curiosos. Y bueno, según nos revela el guionista en el primer número, su propósito con este cómic era contar la última gran aventura del principal grupo de héroes de este universo obviando sus numerosos años de historia pasada, que o bien se ocultan al lector, o bien se mencionan ofreciendo sólo algunos retazos durante el transcurso de la historia.

      El concepto no es nada original, y esto mismo se ha hecho ya tantas veces y de forma tan parecida durante la última década, que a punto estuve de abandonar la lectura después del primer número (cada vez que me topo con una nueva versión/homenaje/plagio de los Vengadores o la Liga de la Justicia empieza a picarme todo el cuerpo). Sin embargo, pasar de Pantheon hubiera sido un gran error por mi parte, porque se trata de un cómic realmente bueno, en el que partiendo de personajes y conceptos más que trillados, Willingham desarrolla con mucho acierto una historia sólida y en muchas ocasiones sorprendente, que se niega a caer en los tópicos del género, e incluso se permite concluir con cierta carga metalinguística que se convierte en la guinda del pastel. Todo ello aderezado con pequeñas dosis de mala leche, que una vez más, sorprende al lector por lo inesperado.

      En definitiva, aunque no voy a afirmar que éste sea un cómic de superhéroes perfecto (algún detalle, sobre todo al final, no queda tan bien resuelto como debiera), sin duda es uno a destacar por encima de la media. Así que si os gustan los tebeos de supers, pero empezáis a sentir fatiga por tanto evento superestirado y vacío en el que todo cambia para seguir igual, ¡éste es vuestro cómic! Estoy casi seguro de que no os defraudará.

      Y en lo que se refiere al dibujo... Bueno, en este apartado hay que ser un poco paciente, sobre todo durante la primera mitad de la maxiserie, porque Mike Leeke hace un trabajo bastante descafeinado. Además, aunque se publicó en blanco y negro, el dibujo no se realizó pensando en este detalle y las páginas piden a gritos unos colores que les den mayor entidad. En cualquier caso, la llegada de Paul Ryan hacia el final supone una sensible mejora  en el conjunto.

      En 2008 se publicó el primer tomo de Pantheon recopilando los primeros seis números coloreados para la ocasión, pero lamentablemente nunca llegó a aparecer el segundo, así que si he convencido a alguien de que éste es un cómic que debería leer... um, mala suerte; vais a tener que tirar de medios alternativos, porque los ejemplares de esta maxiserie no son fáciles de conseguir en su edición original, y la hispana no existe.

      Oooooooooh...

miércoles, 13 de noviembre de 2013

"Olantern, Recolectores de Almas" de Jeremías de Manuel


      Olantern, Recolectores de Almas es la primera novela de Jeremías de Manuel, publicada hace tan solo unos meses por la joven Editorial Universo. Una novela dirigida a un público principalmente juvenil, aunque no por ello vedada a lectores más maduritos abiertos a disfrutar de una historia con vocación de “para todas las edades”.


      Olantern es una novela que respeta los aspectos más característicos de la literatura juvenil, situando a un adolescente como protagonista de una historia de iniciación en la que los elementos sobrenaturales van a representar un papel muy importante, aunque sin permitir que éstos la enmarquen dentro del género de terror, circunstancia que la hubiera alejado de su público objetivo. Una historia de estructura argumental sencilla que avanza a golpe de diálogos, escrita con un lenguaje muy cercano que no dificultará el acceso a sus jóvenes lectores; una historia que se plantea sobre todo como una introducción al mundo y personajes creados por este autor, para una vez mostradas buena parte de sus cartas y situados los protagonistas en el punto argumental en el que comienza la acción “de verdad”, sorprendernos con un antipático "continuará" (antipático porque nos obliga a esperar unos cuantos meses hasta que salga a la venta la segunda parte de esta novela).

      Aficionado como soy a este tipo de literatura (ahora mismo me viene a la memoria lo mucho que disfruté con El Libro del Cementerio de Neil Gaiman, por poner un ejemplo), puedo afirmar que Olantern ofrece una interesante historia en la que espíritus y otros entes más oscuros se entremezclan con los vivos en un mundo que vendría a ser como el nuestro pero mucho más rico en realidades sólo visibles para unos pocos elegidos. Un mundo que conocemos a través de los ojos de nuestro joven protagonista, Daniel, con el que resulta muy fácil identificarse (aún más aquellos que ronden su edad) mientras descubrimos al mismo tiempo que él toda una serie de nuevos conceptos; y por supuesto, no estaremos solos en esta iniciación, puesto que nos acompañará un grupo de personajes no demasiado numeroso, aunque muy bien definido. Me ha gustado mucho el trabajo de caracterización que realiza Jeremías, destacando a mi parecer el tratamiento que hace de Roxan (con la que es imposible no sentirse “encandilado”) y del abuelo de Daniel, a pesar de que éste represente un papel más secundario.

      La novela se lee rápidamente, fomentada esta circunstancia por el uso predominante de los diálogos, y sobre todo en su recta final, engancha por una serie de hechos que por fin se revelan y que dirigen directamente al final abierto que nos va a dejar con todas las ganas de continuar leyendo. Sin embargo, me he encontrado con un detalle negativo que pienso que desluce un poco el conjunto, y es que a pesar de comenzar la historia con muy buen ritmo, lanzándose sin muchos preámbulos al "tema", desde el momento en que el protagonista, Daniel, es consciente de su nueva situación, el autor enlaza numerosas escenas de diálogo que ocuparán buena parte del libro hasta más o menos el último cuarto, en las que nos cuenta todo lo que debemos (y queremos) saber sobre el "contexto" en el que van a moverse los personajes. Un recurso que no ha terminado de convencerme por: 1) la sucesión de escenas basadas en el diálogo donde se van desgranando todos los misterios es, en mi opinión, excesiva sin la inserción de otras más "movidas" que quizá hubieran otorgado mayor variedad y agilidad a la lectura; 2) como lector, uno quiere saberlo todo sobre este mundo oculto que se nos presenta, pero pienso que hubiera sido mejor dosificar un poco más la información para ir acrecentando nuestra curiosidad antes de que por fin  fuera satisfecha; y 3) lo que considero más importante: en esta parte del libro, más sosegada, realmente no existe ningún conflicto que mueva la historia; acompañamos al protagonista en su "inmersión" en ese nuevo mundo y lo conocemos mejor a él y sus compañeros, pero aún no existe nada en el horizonte que nos preocupe, que cree tensión o nos haga desear pasar las páginas aún más rápido; como ya decía antes, la historia se lee muy bien, y no se llega a perder el interés por ella en ningún momento, pero he echado en falta que la aparición de esos elementos dramáticos que van a marcar la acción de la novela no hicieran acto de presencia antes de lo que lo hacen.

      Por lo demás, concluida la lectura de esta primera parte, todo está listo ya para que en la segunda entrega, Jeremías nos sumerja sin "manguitos" en las profundidades de este mundo que se nota ha elaborado con detalle, y que estoy seguro que aún guarda muchas sorpresas.